Bande Dessinée (IV)
Es una de mis favoritas: Les murailles de Samaris, de Schuiten y Peeters. La historia cuenta la misión de un hombre que vive en Xhytsos, ciudad atormentada por los rumores de lo que sucede en Samaris, borroso y enigmático lugar cercano al cual las varias comisiones que partieron buscando información, nunca regresaron. El personaje acepta la tarea a sabiendas del riesgo que corre. Luego de una larga y accidentada travesía, llega a Samaris donde es recibido por gente que misteriosamente alarga cualquier contacto sin ofrecer ninguna información. Desesperado frente al secretismo, una noche rompe las paredes del hotel donde está alojado y descubre que todo lo que vio fue un simulacro: la ciudad no existe, son puras murallas que se asemejan a un escenario teatral donde fue recibido, alojado y engañado. Con dificultades atraviesa las murallas para emprender la vuelta a Xhytos, donde llega destrozado por las inclemencias del desierto y la distancia. Pero cuando toca las puertas de su ciudad, nadie lo reconoce. Busca a su mujer, a sus amigos, a las autoridades que encomendaron y pagaron la misión, pero ninguno de ellos existe. Desasosegado, en el límite de la locura, emprende nuevo camino a Samaris, “la ciudad que nunca debí dejar”.
Como bien explica el propio Peeters en un excurso del libro, la historia acentúa dos polos urbanos. Samaris es una ciudad frívola, calurosa, con arquitectura renacentista y barroca, donde la superficialidad y la apariencia están en el centro de su identidad. En cambio Xhytsos es una deliciosa urbe –ficticia por supuesto- donde el paradigma arquitectónico de Víctor Horta, impulsor del Art Nouveau en Bélgica es la base de cualquier expresión estética, espacial y cultural. Las casas, las camas, los trenes, las calles, los cafés, las peinetas femeninas, el vestuario, los peinados, los libros, las sillas, los edificios, en fin, todo tiene un delicado sello que hace que el lugar sea iluminado, elegante y espacioso en cualquiera de sus rincones: “intentamos concebir Xhystsos incluso en los más pequeños detalles, imaginando en lo que hubiera podido convertirse Bruselas enteramente reinventada por alguien como Horta”.
Cabe recordar que Víctor Horta fue un arquitecto belga de finales del siglo XIX y principios del XX (1861-1947) pionero del Art Nouveau que impuso un estilo revolucionando el uso de los materiales, los espacios y las formas. Pero lo más dramático es que, a pesar de su genio, sus obras no tuvieron la acogida esperada; incluso una de sus principales construcciones, la Maison du Peuple, construida a finales del siglo XIX para el Partido de los Trabajadores y considerada su mayor obra, fue demolida a mediados de los 60.
La intención de Schuiten y Peeters es, en parte, reivindicar la propuesta estética de Horta y criticar lo que luego se llamó la Bruselización, como el proceso en los años 60 y 70 de destrucción de la ciudad modernizándola a toda costa destruyendo toda tradición arquitectónica, bajo el paradigma de la funcionalidad y practicidad de una ciudad moderna industrial (lo que se denominó como un espacio urbano acorde a la “civilización del automóvil”).
Pero a la vez muestran la dramática experiencia de un hombre inmerso en el proceso de cambio donde ya no se encuentra en ningún lugar. Vive un desfase entre lo espacial y lo temporal, el uno ya no coincide con el otro: el tiempo ya no es su tiempo; el espacio ya no le pertenece. Frente a ese escenario sólo quedan dos opciones: la huida o la locura; opta por la primera. De alguna manera los autores designan parte de la experiencia del hombre moderno, del extranjero, del migrante, del que vive en arenas movedizas. De una u otra forma, todos estamos reflejados en parte de esa historia.
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