Sociología: una invitación a la imaginación
Juan Villoro escribe un artículo, “Letra
pequeña” (Reforma, 24-08-2012) donde cuenta la trayectoria de un amigo
suyo que por afinar la vista primero se dedicó al ping-pong y terminó siendo
redactor de la letra chica de los contratos legales, aquel mañoso laberinto que
nadie lee y que determina la vida de todos.
De él dice Villoro: “Mi antiguo rival de
ping-pong estaba condenado a leer en forma literal; no podía divagar ni
malinterpretar. Esclavo de la letra, Aquiles debía seguirla a pie
juntillas. Agradecí los muchos párrafos que no he entendido, los libros
en los que me salté partes, las ocasiones en las que me distraje para continuar
la historia por mi cuenta o suponer que todo sucedía al revés. El que lee
una novela no depende de las letras sino de lo que cree que dicen. El
placer de interpretar proviene de ese desacuerdo esencial”.
Me quedo con esa deliciosa invitación
subversiva. Un buen texto es el que despierta la imaginación. Las mejores
letras son las que invitan a la disidencia, a la trasgresión, a la
reinterpretación. Y si hacemos el paralelo sociológico, el compromiso es
todavía más contundente: honrar a un gran autor no es repetirlo, anquilosarse
en él, sino reinventarlo. Una buena obra no es la que encuadra, sino la
que libera. La mejor sociología es la que despierta la imaginación. Nada
nuevo y siempre cierto. Ya lo sugería C.W. Mills.
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