Tres pájaros de un tiro: Serrat, Sabina, Calderón


Hace unos años fui a ver a Sabina y Serrat al Auditorio Nacional de la Ciudad de México.  Disfruté enormemente del concierto, como era de esperarse.  Pero después mi decepción fue tremenda cuando en otra visita supe que Sabina aceptó la invitación a comer de Felipe Calderón. 

Más allá de mis simpatías forjadas con los años y la vida, esta última vez que vinieron ya no me esmeré en ir a verlos, y ahora me entero que, sin saberlo, tomé la decisión correcta.  Me informa el periódico que entre su público estaba precisamente Felipe Calderón.  Me molestaría mucho compartir el Auditorio –así sea al lado de miles de almas más- con tal personaje, y sobre todo me cuestiona el contenido light que ha devenido el mensaje de antaño de dos íconos de la canción crítica.  Algo similar sentí cuando, luego de la muerte de Mario Benedetti, en la fila de espera antes de llegar a la ventanilla de un banco, vi una publicidad -de esas que reproducen banalidades hasta ser atendido por un funcionario- que mencionaba al poeta uruguayo.  Pero volviendo a la presencia Calderón ¿Será que el mensaje de Sabina y Serrat ya no es el mismo? ¿Dejaron de ser los artistas desafiantes del poder y críticos del autoritarismo (religioso y político)? ¿Qué significa que las autoridades de la derecha católica latinoamericana formen parte de su auditorio? ¿Hasta dónde han ampliaron su público y a qué costo?

En fin, se me criticará de intolerante, y tal vez tengan razón, pero prefiero al Sabina que en el 92 gritó en su concierto en el DF: “con el Tratado de Libre Comercio les podrán robar todo, pero no permitan que les roben el mes de abril”; o al Serrat que vi en Bolivia a mediados de los noventa cuando escucharlo era motivo de esperanza.  Por supuesto, en todos los casos, el público era otro.  Prefiero verme como estudiante de sociología disfrutando de alguien con quien sé que comparto algo –un horizonte crítico, o algo así…-, que como público descafeinado veinte años más tarde que comparte la sala con las autoridades panistas.  Cuestión de gustos, supongo. 

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