La curiosa trayectoria de los libros

La curiosa trayectoria de los libros


Hugo José Suárez


Cada libro tiene su historia. Publiqué Bolivia, país rebelde (2000-2006) en el 2007 en El Colegio de Michoacán (Colmich), cuando era investigador en esa escuela. Fue muy especial porque conjuntaba varias inquietudes. Años antes había trabajado en Naciones Unidas como parte del equipo que elaboraba el Informe de Desarrollo Humano. Ahí aprendí mucho, viajé por todo el país y tuve enorme información cuantitativa y cualitativa sobre el proceso social que vivíamos. Pero claro, la interpretación de los datos respondía a la visión institucional que, a menudo, no coincidía con mi manera de ver las cosas. Fue en Bolivia país rebelde donde pude plasmar mi análisis, utilizando todo lo acumulado en aquel tiempo, sólo que ahora leído desde mis propios lentes. Además, reproduje varios de los artículos que entonces publicaba en mi columna "Intervenciones" en La Razón, donde hablaba de los vaivenes de la coyuntura. Un plus maravilloso fue que para cada capítulo me permití elaborar un ensayo visual con puras fotografías que explicaban, desde la imagen, un determinado tema; así, el análisis respecto de la dificultad que tuvimos en Bolivia por construir la nación, estaba acompañado del ensayo "El Estado: presencias y ausencias", con tomas de autoridades rurales, policías en Uyuni, oficinas de la Corte electoral en Santa Cruz, o un niño orinando al frente del Palacio Quemado en plena Plaza Murillo. Otra serie, la que mostraba las "Torpezas de la oligarquía gobernante y la decadencia del gonismo", se llamó "Noblezas y distinciones" -por supuesto pensando en Bourdieu- y traía fotos de guapas modelos promoviendo el desodorante Axe en San Miguel, una familia mirando la tienda de McDonald's en El Prado -antes de que se fuera del país-, o un curioso anuncio en un municipio de la Amazonía en Pando que decía: "Prohibido el ingreso de personas con pantalones cortos y camisetas" (demás mencionar el calor abrumador de la zona). 
El caso es que en ese documento dejé que conjugar mi saber sociológico con mi sensibilidad visual; ambos se entrelazaron con total libertad buscando un texto ágil, fácil de leer y que contribuya a contrarrestar la ola mediática internacional que buscaba desprestigiar al gobierno de Evo Morales. La propuesta se inscribía en lo que Bourdieu llamaba "un libro de combate". Tenía una intención política e intelectual a la vez, además de experimentar con soportes visuales. No buscaba contribuir a la discusión académica, sino más bien llegar al público que escuchaba una noticia en la radio sobre Bolivia -normalmente negativa y distorsionada-, que sólo tenía acceso a una versión y que, a través de esas páginas podría ver la otra cara de la medalla. Salió en el momento más épico del proceso, cuando todavía se vivía lo que se llamó el "empate catastrófico", con una derecha cruceña beligerante y un gobierno que se sostenía con alfileres. Era el tiempo de defender la "revolución democrática" a capa y espada, era el enamoramiento, el rostro romántico de los procesos sociales -que, ahora lo sé-, terminan siempre lejos de donde empezaron. 
Como escribí el libro desde México, tuve influencia de los movimientos de esos años, particularmente de la lucha de Andrés Manuel López Obrador a quien, en el 2006, le arrebataron la victoria electoral de manera escandalosa. Mientras celebraba el triunfo boliviano, apoyaba a mis amigos que bloqueaban la Avenida Reforma exigiendo el recuento "voto por voto" del proceso electoral. También se puede ver la influencia de Luis González y González -que fuera el fundador de El Colegio de Michoacán y cuyos libros que entonces leía con avidez- en la organización y redacción de algunas partes del libro.
Mientras redactaba, la izquierda mexicana estuvo presente de distintas formas. El borrador fue leído por Williem Assies que fue investigador del Colmich y Luis Ramírez -de la misma institución-, un ser excepcional con quien tuve la suerte de coincidir unos meses antes de que muriera. La presentación la realicé en el barrio La Condesa de la Ciudad de México. El auditorio -aunque pequeño-, estuvo lleno, se anunció en el periódico La Jornada, lo presentó el investigador de la UNAM Massimo Modonesi, y luego recibió gratos comentarios de Coco Manto, entonces embajador de Bolivia durante una mesa que compartimos en la Casa Lamm analizando la situación política del país. Cuando le regalé un ejemplar a don Pablo González Casanova, me citó en su cubículo y, además de felicitarme y agradecerme, me sugirió que siga realizando la observación sistemática de los acontecimientos en el país para ir acumulando datos en el tiempo.
Mandé el texto a mi antiguo maestro Francois Houtart, quien me conectó con Editions Couleur Livres para publicarlo en francés en el 2009. Para la nueva versión, las fotos fueron retrabajadas e incorporé una introducción y un postfacio que situaban los tres años siguientes cuando las cosas se habían modificado y empezaba a consolidarse el respaldo popular al gobierno; me comentaron que lo habían visto expuesto una librería parisina.
Tiempo después, un colega me comentó que estaba dirigiendo una colección en la editorial Ocean Sur y me pidió que haga una versión más chica; la hice con gusto, pero, como son estas cosas, fue destituido y me quedé con el archivo en mi computadora. Cuando estaba gozando de un año sabático en Nueva York, conversando sobre el tema en el Village, con un café en medio, con un amigo, me sugirió que lo enviara al Ministerio de Comunicación, pues ese tipo de reflexiones "hacen mucha falta". Mi relación con el "Proceso de cambio" era entonces menos pasional; sin ser necesariamente distante, aprendí sobre la política y sus oscuros laberintos, a los cuales por suerte nunca me metí. Vi en gente cercana lo que hace el ejercicio cotidiano del poder y que agradecí haber rechazado constantemente los coqueteos que el destino me hizo para saltar a esa arena. Pero de todas maneras accedí a enviar mi manuscrito, con una nueva introducción pensando que, si en algo podía colaborar con un proceso al cual todavía le guardo algo de simpatía, cuánto mejor.
Otra vez trabajé una nueva versión, envié correos, archivos, fotos. El asunto avanzaba, incluso me enviaron una prueba final en PDF (que ya tenía ISBN). Al no ver el texto publicado, insistí preguntando hasta que se me informó que en las altas esferas del ministerio había sido bloqueado acusándome de ser militante del MSM. Eran los meses electorales del 2014. Luego me dieron otras explicaciones entreveradas, pero el caso es que, nuevamente, el libro quedó en mi computadora. Lamenté que no haya podido llegar a Bolivia y que no fuera bien aprovechado, pues contribuía a una visión progresista de la historia del país.

El caso es que aprendí mucho del libro hoy agotado, de su elaboración y su trayectoria. Lo hice con esa libertad intelectual que no deberíamos abandonar quienes nos dedicamos a las letras, y con esa soltura para utilizar todos los recursos explicativos -en este caso imágenes- que tenemos al alcance, sin olvidar el compromiso social y nuestro rol como analistas de la cultura. Pero también aprendí un poco más sobre los juegos del poder, sus cegueras, sus mezquindades. Como fuera, es un documento al que le tengo especial cariño por todo lo que me dio; fue muy atinado dedicarlo a mis abuelos, Hugo, José, Josefina y Elena, "a los que les debo tanto".

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