Bolivia y México
Hugo José Suárez
La semana pasada tuve el gusto de
presentar en la Feria del Libro del Palacio de Minería en México, el libro
Pensando Bolivia desde México, Estado, movimientos, territorios y
representaciones, coordinado por Guadalupe Valencia, Bories Nehe y Cecilia Salazar
(UNAM-CIDES, 2016).
La relación entre ambas naciones
tiene larga data, y considero que México es el país quién más ha influido en la
formación del pensamiento social boliviano. El vínculo adquiere distintas
formas y tiempos. Hay que recordar que en 1940 Bolivia estuvo representada en
el Congreso Indigenista Interamericano en Pátzcuaro (Michoacán), que Diego
Rivera fue invitado por Víctor Paz para visitar el país y que Alandia Pantoja
expuso en la Sala Internacional del Palacio de Bellas Artes en 1957.
Otro episodio fundamental fue la
época del exilio en los 70. Decenas de bolivianos fueron acogidos en México,
muchos de ellos con notable éxito profesional. Los departamentos de los
exiliados se convirtieron en lugares de seminarios espontáneos donde se discutía
y trazaba el destino del país. No se puede pasar de largo la importancia de
René Zavaleta, Marcelo Quiroga, Cayetano Llobet, Mario Miranda o Carlos Toranzo
y tantos más.
En los noventa, cuando yo llegué
a estudiar la licenciatura, el escenario había cambiado. La comunidad boliviana
estaba nutrida por estudiantes clasemedieros de distintas disciplinas, aunque
todavía había resabios de intelectuales de la generación anterior. En ese
período, estudiaron en las universidades mexicanas intelectuales que luego se
convertirían en referencia como Luis Tapia, Fernando Mayorga, Alvaro García,
Raúl Prada, etc.
El cambio cualitativo fue sin
duda a partir del 2006 con la victoria electoral de Evo Morales. Su imagen fue
la portada de diferentes periódicos, se realizaron decenas de eventos de
solidaridad con Bolivia, coloquios académicos, publicación de revistas,
artículos de periódico, libros científicos. Incluso un partido político local
publicó la biografía de Evo, lo que se remató con su visita en el 2010.
Si bien antes del 2006 había
varias tesis de maestría y doctorado sobre Bolivia, la mayoría estaban hechas
por estudiantes bolivianos; a partir de esa fecha el proceso del país se
convirtió en un objeto de estudio para universitarios de varias nacionalidades.
En la actualidad hay muchas investigaciones en diferentes casas de estudio
dedicadas a comprender lo que sucede en el país. Bolivia es tan conocida que,
cuando fui a un médico unos días atrás, al saber mi país de origen me preguntó:
“¿y usted qué piensa de Evo Morales?”
El libro que menciono hay que
ponerlo en esa larga tradición de intercambio entre Bolivia y México, pero con
la particularidad de que es el resultado de una relación institucional estable
y fructífera. Hace más de una década, el CIDES-UMSA firmó un convenio de
colaboración con la UNAM. Muchos profesores visitaron regularmente La Paz
(entre ellos, Guadalupe Valencia, una de las coordinadoras), estudiantes
bolivianos se inscribieron en el posgrado de estudios latinoamericanos de la
UNAM y becarios mexicanos conocieron Bolivia. Se estableció un fabuloso
intercambio que dio muchos frutos.
Uno de los resultados es
precisamente el volumen en cuestión que cuenta con 17 capítulos de personas que
pasaron por las aulas de Ciudad Universitaria. El documento está dividido en
cuatro partes: la transformación del Estado y el “proceso de cambio”, la
cuestión de las identidades en los movimientos indígenas y populares,
territorios nuevos y territorios reconstituidos, representaciones culturales y
reflexiones teóricas sobe la realidad boliviana. Cada capítulo se detiene en
una parcela de la realidad que va desde la propuesta reconstitución del ayllu
de la CONAMAQ, hasta los migrantes en la industria de la moda en Sao Paulo,
pasando por la influencia de Trotsky en Zavaleta o el análisis de los
intelectuales en octubre del 2003. Corona el texto la excelente introducción a
cargo de los coordinadores que permite entender los momentos sociopolíticos de
cada país, y ofrece una interpretación lúcida, equilibrada y crítica del
“proceso” y sus contradicciones.
En la presentación en el Palacio
de Minería, donde me impresionó la presencia de estudiantes adolescentes, Gaya
Makaran, una de las comentaristas, reflexionaba sobre el interés por Bolivia, y
afirmaba que al principio el gobierno de Evo Morales fue una fuente de
inspiración al ver que los movimientos sociales se habían convertido en los
conductores de la historia, pero con los años el “el proceso de cambio” devino
en una fuente de advertencia de cuáles son los pasos que no hay que seguir. No
estoy seguro de compartir íntegramente su diagnóstico, pero tiene mucho de
verdad. Habrá que preguntarse dónde quedó la esperanza, cuándo se diluyó la
creatividad y el espíritu renovador y se instaló la tentación de la inmortalidad.
Cuándo dejamos de ser un faro y nos convertimos en estatua.
En suma, Pensando Bolivia desde
México, es un libro indispensable en el estante de quienes cruzamos repetidas
veces el puente entre dos países extraordinarios.
Publicado en el Deber 11/03/2018
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